Es muy común que al ahondar en la práctica de meditación empezamos a darnos cuenta cuanto miedo cargamos y esto puede a veces sentirse un tanto abrumador. Además tendemos a pensar que es un tema exclusivamente personal.
En mi experiencia, el miedo es una de las emociones más fundamentales de todo ser vivo. Desde una perspectiva evolutiva, venimos de ser animales en perpetuo estado de sobrevivencia, dependiendo del clan y la tribu/familia para nuestra sobrevivencia. Esto hace que el miedo sea uno de los elementos prevalentes en nuestras relaciones y detrás de mucho de nuestro actuar. Por ende, hay que ser inmensamente paciente y compasivo con nosotros mismos al empezar a ver el miedo subyacente a mucho de lo que
hacemos. Toma tiempo ir reconociendo, aceptando y abrazando ese niñ@ temeroso que todos cargamos por dentro. Es la práctica diaria y regular de responder con amor y compasión hacia nuestras emociones (este niño interior) que hace que con el tiempo este se calme y empiece a vivir más desde la confianza.
Por otro lado, muchos de nosotros, ya sea por los habidos tóxicos de familia o culturales, negamos o reprimimos eficientemente nuestros estados emocionales, hemos inconscientemente abandonado nuestro niño interior. Y va a tomar tiempo para que este se deje de sentir abandonado/ignorado.
Así que, si bien, la práctica de Meditación te va a poner en contacto con tus emociones, y esto puede ser abrumador, también es una indicación de que estás avanzando en la práctica. Es solo cuando reconocemos nuestras emociones en el día a día que es el momento donde realmente nos podemos empezar a hacernos cargo de nosotros mismos y empezar a vivir con mayor compasión.
Es por esto que en el budismo una de las prácticas más importante es metta o compasión. La compasión empieza con uno mismo y luego naturalmente se expresa en nuestra relación con otros y con el mundo.
Aquí les comparto una meditación guiada en la práctica de Metta.
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